domingo, 13 de enero de 2013

Él me observa fijamente y sonríe con un fulgor impresionante. ¿Por qué le es tan fácil decirme "te quiero"? ¿por qué le resulta sentirlo sin temor? 
Me revuelvo en mis emociones, quizás en mis pensamientos... pero sólo encuentro miedo. Un miedo que hace su mayor esfuerzo por impedir los sentimientos que a veces me gustaría demostrar. 
Soy débil, pero finjo ser fuerte. Una fortaleza hipócrita que me vuelve más frágil, aún. Entonces lo abrazo y él me corresponde. 
Pienso en que me gustaría entregarle lo mismo, pero no puedo, porque si lo hago, terminaría dando el doble de lo que recibo y es por ello que siempre sufro. Porque aunque no lo aceptemos, sería todo mejor si en vez de proyectarnos una vida futura con la otra persona, nos imagináramos qué haríamos si termináramos. Quizás así estaríamos preparados para un adiós repentino y las despedidas no dolerían tanto como suelen hacerlo. Entonces el amor nos contradice, porque para no llorarlo, hay que caminar con cautela, con cuidado y con delicadeza, nunca regalando cariño sin ver cuánto y a quién, sin embargo...
si no nos arriesgamos, ¿qué sentido tendría? 
Y finalmente, le digo ese "te quiero" que él tanto esperaba de respuesta, porque en el fondo, ambos sabíamos que sí lo sentía.

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