domingo, 13 de enero de 2013

Setenta

Se fugó el individuo que con roble hicieron callar,
le aplastaron contra un muro,
cayó la maravilla de la colectividad.

Murió la bella actitud,
la pulcritud de aceptar.
Una saturación oscura,
ente sin libertad,
el desencanto,
por no gustarme la habitación,
 cuando el sol agoniza en un lado determinado.
Aceptar cerrar la puerta,
dejando sucia la manilla,
y huellas de pequeños pies en el piso.

Una campaña después de las trincheras,
orden gravitacional tardío,
los nueve dijeron estar bien,
en sus baldosas de siete por siete,
mientras una enfermera pintaba la frente del general,
de ya unos casi veinte.

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